En santa Gadea de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
allí le toma la jura
el Cid al rey castellano.
Las juras eran tan fuertes
que al buen rey ponen espanto;
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo:
-Villanos te maten, Alonso,
villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean Castellanos;
mátente con aguijadas,
no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas,
no de contray ni frisado;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras,
que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel,
que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado;
sáquente el corazón
por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad
de lo que te fuere preguntando,
si fuiste ni consentiste
en la muerte de tu hermano.-
Jurado había el rey
que en tal nunca se ha hallado,
pero allí hablara el rey
malamente y enojado:
-Muy mal me conjuras, Cid,
Cid, muy mal me has conjurado;
mas hoy me tomas la jura,
mañana me besarás la mano.
-Por besar mano de rey
no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre
me tengo por afrentado.
-Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no vengas más a ellas
dende este día en un año.
-Pláceme, dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.-
Ya se parte el buen Cid,
sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros,
todos eran hijosdalgo,
todos son hombres mancebos,
ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño
y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas,
con borlas de colorado;
mas no le faltó al buen Cid
adonde asentar su campo.