martes, 4 de septiembre de 2012

Garcilaso de la Vega (1503-1536)[esp], Soneto XXIII, «En tanto que de rosa y de azucena»


En tanto que de rosa y d'azucena
se muestra la coloren vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
 
y en tanto qu'l cabello, que'n la vena
del oro s'escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
 
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que'l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
 
Marchitará la rosa el tiempo helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.


(VEGA, Garcilaso de la: Soneto XXIII, «En tanto que de rosa y de azucena») 

Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 1561-Córdoba, 1627)[esp], _Soneto_, «Mientras por competir con tu cabello…» (1582)


Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
 
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,
 
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
 
no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681)[esp], _El príncipe constante_ (1629), jornada segunda, escena XIV: "Soneto a las flores"


Estas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecer florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron,
que pasados los siglos horas fueron.

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)[esp], _Soneto_, «Amor constante más allá de la muerte» -Cerrar podrá mis ojos…


     Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta almas mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

     más no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

     Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

     su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.

Anónimo medieval_Romancero viejo (s. XV), «La jura de Santa Gadea»-«En santa Gadea de Burgos...»


En santa Gadea de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
allí le toma la jura
el Cid al rey castellano.

Las juras eran tan fuertes
que al buen rey ponen espanto;
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo:

-Villanos te maten, Alonso,
villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean Castellanos;
mátente con aguijadas,
no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas,
no de contray ni frisado;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras,
que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel,
que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado;
sáquente el corazón
por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad
de lo que te fuere preguntando,
si fuiste ni consentiste
en la muerte de tu hermano.-

Jurado había el rey
que en tal nunca se ha hallado,
pero allí hablara el rey
malamente y enojado:

-Muy mal me conjuras, Cid,
Cid, muy mal me has conjurado;
mas hoy me tomas la jura,
mañana me besarás la mano.

-Por besar mano de rey
no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre
me tengo por afrentado.

-Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no vengas más a ellas
dende este día en un año.

-Pláceme, dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.-

Ya se parte el buen Cid,
sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros,
todos eran hijosdalgo,
todos son hombres mancebos,
ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño
y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas,
con borlas de colorado;
mas no le faltó al buen Cid
adonde asentar su campo.

Garcilaso de la Vega (1503-1536)[esp], Canción V «A la flor de Gnido»


Si de mi baja lira
tanto pudiese el son, que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento,
y la furia del mar y el movimiento;

y en ásperas montañas
con el suave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese,
y al son confusamente los trajese;

no pienses que cantando
sería de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido;

ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados.

Mas solamente aquella
fuerza de tu beldad sería cantada,
y alguna vez con ella
también sería notada
el aspereza de que estás armada;

y como por ti sola,
y por tu gran valor y hermosura,
convertida en viola,
llora su desventura
el miserable amante en su figura.

Hablo de aquel cautivo.
de quien tener se debe más cuidado,
que está muriendo vivo,
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado.

Por ti, como solía,
del áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno le rige,
ni con vivas espuelas ya le aflige.

Por ti, con diestra mano
no revuelve la espada presurosa,
y en el dudoso llano
huye la polvorosa
palestra, como sierpe ponzoñosa.

Por ti, su blanda musa,
en lugar de la citara sonante
tristes querellas usa,
que con llanto abundante
hace bañar el rostro amante.

Por ti, el mayor amigo
lo es importuno, grave y enojos:
yo puedo ser testigo,
que ya del peligroso
naufragio fui su puerto y su reposo.

Y agora en tal manera
vence el dolor a la razón perdida.
que ponzoñosa fiera
nunca fue aborrecida
tanto, como yo de él, ni tan temida.

No fuiste tú engendrada
ni producida de la dura tierra;
no debe ser notada
que ingratamente yerra
quien todo el otro error de sí destierra.

Hágase temerosa
el caso de Anaxérete, y cobarde.
que de ser desdeñosa
se arrepintió muy tarde;
y así su alma con su mármol arde.

Estábase alegrando
del mal ajeno el pecho empedernido,
cuando abajo mirando,
del cuerpo muerto vido
del miserable amante allí tendido.

Y al cuello el lazo atado,
con que desenlazó de la cadena
el corazón cuitado,
que con su breve pena
compró la eterna punición ajena.

Sintió allí convertirse
en piedad amorosa el aspereza.
¡Oh tarde arrepentirse!
¡Oh última terneza!
¿Cómo te sucedió mayor dureza?

Los ojos se enclavaron
en el tendido cuerpo que allí vieron,
los huesos se tornaron
más duros y crecieron,
y en sí toda la carne convirtieron;

las entrañas heladas
tornaron poco a poco en piedra dura:
por las venas cuitadas
la sangre su figura
iba desconociendo y su natura;

hasta que finalmente
en duro mármol vuelta y transformada,
hizo de sí la gente
no tan maravillada,
cuanto de aquella ingratitud vengada.

No quieras tú, señora,
de Némesis airada las saetas
probar, por Dios, agora;
baste que tus perfetas
obras y hermosura a los poetas

den inmortal materia,
sin que también en verso lamentable
celebren la miseria
de algún caso notable,
que por ti pase triste y miserable.


(VEGA, Garcilaso de la: Canción V, «A la flor de Gnido»)