Un valentón de espátula y gregüesco,
que a la muerte mil vidas sacrifica,
cansado del oficio de la pica
mas no del ejercicio picaresco;
retorciendo el mostacho soldadesco,
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica,
y en el nombre de Dios pidió refresco.
Den voacedes, por Dios, a mi pobreza,
les dice: donde no, por ocho santos
que haré lo que hacer suelo sin tardanza.
Mas uno que a sacar la espada empieza,
¿con quién habla, le dijo, el tiracantos?
¡Cuerpo de Dios con él y su crianza!
Si limosna no alcanza,
¿qué es lo que suele hacer en tal querella?
Respondió en bravonel: «Irme sin ella.»
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