domingo, 29 de septiembre de 2013

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)[esp], _Memoria sobre educación pública_ (frag.) «Y bien: si toda […] a la arbitrariedad»

     "Y bien: si toda la riqueza de la sabiduría está encerrada en las letras, si a tantos y tan preciosos bienes da derecho el conocimiento de ellas, ¿cuál será el pueblo que no mire como una desgracia el que este derecho no se extienda a todos los individuos? ¿Y de cuánta instrucción no se priva el Estado que le niega la mayor porción de ellos? Y, en fin, ¿cómo es que, cuidándose tanto de multiplicar los individuos que concurren al aumento del trabajo, porque el trabajo es la fuente de la riqueza, no se ha cuidado igualmente de multiplicar los que concurren al aumento de la instrucción, sin la cual ni el trabajo se perfecciona, ni la riqueza se adquiere, ni se puede alcanzar ninguno de los bienes que constituyen la pública felicidad?

     Esta reflexión me lleva a otra, que no pasaré en silencio, porque mi propósito es persuadir la necesidad de la instrucción pública, y nada debo omitir de cuando conduzca a él Obsérvese que la utilidad de la instrucción, considerada políticamente, no tanto proviene de la suma de conocimientos, cuanto de su buena distribución. Puede una nación tener algunos, o muchos y muy eminentes sabios, mientras la gran masa de su pueblo yace en la más eminente ignorancia. Ya se ve que en tal estado de instrucción será de poca utilidad, porque siendo ella hasta cierto punto necesaria a todas las clases, los individuos de las que son productivas y más útiles serán ineptos para sus respectivas profesiones, mientras sus sabios compatriotas se levantan a las especulaciones más sublimes. Y así, vendrá a suceder que, en medio de una esfera de luz y sabiduría, la agricultura, la industria y la navegación, fuentes de la prosperidad `pública, yacerán en las tinieblas de la ignorancia.

     Y he aquí lo que más recomienda la necesidad del estudio de las primeras letras. Ellas solas pueden facilitar a todos y cada uno de los individuos de un Estado aquella suma de instrucción que a su condición o profesión fuere necesaria. Mallorquines, si deseáis el bien de vuestra patria, abrid a todos sus hijos el derecho de instruirse, multiplicad las escuelas de primeras letras; no haya pueblo, no haya rincón donde los niños, de cualquier clase y sexo que sean, carezcan de este beneficio; perfeccionad estos establecimientos, y habréis dado un gran paso hacia el bien y gloria de esta preciosa isla.

     Bien sé que este ramo de enseñanza debe estar separado de la institución pública que dejo indicada. Las primeras letras reclaman muchas escuelas segregadas y dispersas por toda vuestra isla; tal vez para la capital no bastará una ni dos; pero hay un medio de enlazarlas todas con aquel principal establecimiento. Estén todas bajo su dirección, pertenezcan a él todos sus maestros, sea él quien los nombre y examine, y de él reciban métodos, libros y máximas de enseñanza. Así se establecerá aquella unidad moral que es tan necesaria para que todos los métodos de instrucción se uniformen y conduzcan a un mismo fin, y para que las primeras letras, cimiento y base de toda buena educación pública, no estén abandonadas a la ignorancia, al descuido o a la arbitrariedad".




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