DOÑA FRANCISCA.- ¿Nos
vamos adentro, mamá, o nos quedamos aquí?
DOÑA IRENE.- Ahora, niña, que quiero descansar un rato.
DON DIEGO.- Hoy se ha dejado sentir el calor en forma.
DOÑA IRENE.- (Refiriéndose a las monjas que han visitado.) ¡Y qué fresco tienen aquel locutorio! Está hecho un cielo […]. Mi hermana es la que está bastante delicadita. Ha padecido mucho este invierno... Pero, vaya, no sabía qué hacerse con su sobrina la buena señora. Está muy contenta de nuestra elección […]
DON DIEGO.- Sólo falta que la parte interesada tenga la misma satisfacción que manifiestan cuantos la quieren bien.
DOÑA IRENE.- Es hija obediente, y no se apartará jamás de lo que determine su madre.
DON DIEGO.- Todo eso es cierto, pero...
DOÑA IRENE.- Es de buena
sangre, y ha de pensar bien, y ha de proceder con el honor que le corresponde.
(FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro: El sí de las niñas, “Primer acto”)
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