Los árboles que el bosque habían fingido,Umbroso Coliseo ya formando,Despejan el ejido,Olímpica palestraDe valientes desnudos labradores.Llegó la desposada apenas, cuandoFeroz ardiente muestraHicieron dos robustos luchadoresDe sus músculos, menos defendidosDel blanco lino que del vello obscuro.Abrazáronse, pues, los dos, y luego—Humo anhelando el que no suda fuego—De recíprocos nudos impedidosCual duros olmos de implicantes vides,Yedra el uno es tenaz del otro muro.
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