Si oímos a los hombres graves
hablar de las ciencias, nos dirán que ellas son los resplandores de aquella luz
con que nacemos; que todas ellas tienen la más estrecha conexión entre sí […].
Dirán también, muy pagados de su trabajo, que el objeto común de todas ellas y
la utilidad que han prestado a los hombres, se divide en dos: una es obtener un
menos imperfecto conocimiento del Ente Supremo, con cuyo conocimiento se mueve
más el corazón del hombre a tributar más rendidos cultos a su Criador; y la
otra es hacerse los hombres más sociables, comunicándose mutuamente las
producciones de sus entendimientos, y unirse, digámoslo así a pesar de los
mares y distancias.
Muy santo y bueno será todo
esto, y yo no me quiero meter ahora en disputarlo; pero yo y vosotros mis
discípulos hemos de considerar las ciencias con otro objeto muy diferente.
Las ciencias no han de servir
más que para lucir en los estrados, paseos, luneta de las comedias, tertulias,
antesalas de poderosos y cafés, y para ensoberbecernos, llenarnos de orgullo,
hacernos intratables e infundirnos un sumo desprecio para con todos los que no
nos admiren. Éste es su objeto, su naturaleza, su principio y su fin. […]
De los dramáticos griegos y
latinos, decid que aunque son los modelos, no gustarían hoy sus dramas, por
aquel aparato de la antigua representación, con mascarillas, acompañamiento de
flautas, etc. No obstante, citad a Eurípides, Sófocles, Séneca, Terencio y
Plauto, y una pieza de cada uno. Con esto, y con repetir a menudo las palabras
del conjuro, unidad, prólogo, catástrofe, episodio, escena, acto, coro,
corifeo, etc.; y con decir que el plaudite de los cómicos románticos equivalía
a una despedida de:
Esta comedia, señores,
aquí se acaba, pidiendo
a este concurso piadoso
el perdón de nuestros yerros,
os tendrán por pozos de ciencia
poético-trágico-cómico-grecolatino-ánglico-itálico-gálico-hispánico-antiguo-moderna
(fuego, ¡qué tirada!); y pobre del autor que saque su pieza al público sin
vuestra aprobación. Decid pieza y no composición, porque más de la mitad del
mérito está en eso. Pero vosotros no deis al público un dedo de papel vuestro,
porque os exponéis a perder todo el concepto que os habrá adquirido esta
lección. Nunca soltéis prenda.
CADALSO, José: Los eruditos a la violeta
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