jueves, 2 de octubre de 2014

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)[esp], _El Buscón_, cap VIII (frag.) «Llegó el día […] en doce Estados.»



Llegó el día de apartarme de la mejor vida que hallo haber pasado. Dios sabe lo que sentí el dejar tantos amigos y apasionados, que eran sin número.
Vendí lo poco que tenía, de secreto, para el camino, y con ayuda de unos embustes, hice hasta seiscientos reales. Alquilé una mula y salíme de la posada, adonde no tenía que sacar más de mi sombra.
¿Quién contará las angustias del zapatero por lo fiado, las solicitudes del ama por el salario, las voces del huésped de la casa por el arrendamiento?
Uno decía: Siempre me lo dijo el corazón. Otro: Bien me decía a mí que éste era un trampista. Al fin, yo salí tan bienquisto del pueblo, que dejé con mi ausencia a la mitad dél llorando y a la otra mitad riéndose de los que lloraban.
Íbame entreteniendo por el camino considerando en estas cosas, cuando, pasado Torote, encontré con un hombre en un macho de albarda, el cual iba hablando entre sí con muy gran priesa, y tan embebecido, que, aun estando a su lado, no me veía. Saludéle, y saludóme; preguntéle dónde iba, y después que nos pagamos las respuestas, comenzamos a tratar de si bajaba el turco y de las fuerzas del rey.
Comenzó a decir de qué manera se podía ganar la Tierra Santa, y cómo se ganaría Argel; en los cuales discursos eché de ver que era loco repúblico y de gobierno.
Proseguimos en la conversación propia de plcaros y vinimos a dar, de una cosa en otra, en Flandes. AquÍ fue ello, que empezó a suspirar y decir: Más me cuestan a mí esos Estados que al rey, porque ha catorce años que ando con un arbitrio que, si como es imposible, no lo fuera, ya estuviera todo sosegado.
¿Qué cosa puede ser -le dije- que, conviniendo tanto, sea imposible y no se puede hacer?
¿Quién dice a v.m. -dijo luego- que no se puede hacer? Hacerse puede, que ser imposible es otra cosa. Y si no fuera por dar pesadumbre a v. m. le contara lo que es; pero allá se verá, que ahora lo pienso imprimir con otros trabajillos, entre los cuales le doy al rey modo de ganar a Ostende por dos caminos.
Roguéle que los dijese, y, sacándole de las faldriqueras, me mostró pintado el fuerte del enemigo y el nuestro, y dijo:
Bien ve v. m. que la dificultad de todo está en este pedazo de mar; pues yo doy orden de chuparle todo con esponjas y quitarle de allí.
Di yo con este desatino una gran risada; y él, mirándome a la cara, me dijo: A nadie se lo he dicho que no haya hecho otro tanto; que a todos los da gran contento.
Eso tengo yo por cierto -le dije- de oír cosa tan nueva, y tan bien fundada; pero advierta v. m. que, ya que chupe el agua que hubiere entonces, tornará luego la mar a echar más.
No hará la mar tal cosa, que lo tengo yo eso por muy apurado -me respondió-; fuera de que yo tengo pensada una invención para hundir la mar por aquella parte en doce Estados.

(QUEVEDO, Franciso de: El Buscón, cap. VIII)

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