lunes, 3 de noviembre de 2014

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920)[esp], _Miau_ (1888), cap. XXIII (frag. 3) «Por la noche, antes de comer...»

   Por la noche, antes de comer, Víctor entró muy gozoso y dio un abrazo a su suegro, al cual no le hicieron gracia tales confianzas, y estuvo por decirle: «¿En qué pícaro bodegón hemos comido juntos?». No tardó el otro en explicar los móviles de su enhorabuena. Había estado en el Ministerio aquella tarde, y el Jefe del Personal le dijo que Villaamil iba en la primera hornada...

  -¡Otra vez el mismo cuento! -exclamó don Ramón furioso-. ¿De cuándo acá es permitido que te burles de mí?

 -No es burla, hombre -manifestó doña Pura, alentada por dulces esperanzas-. Cuando él te lo dice es porque lo sabe.

  -Créalo usted o no lo crea, es verdad.

 -Pues yo lo niego, yo lo niego -declaró Villaamil rayando el aire con el dedo índice de la mano derecha-. Y de mí no se ríe nadie, ¿estamos? ¿Cuándo y por dónde te has ocupado tú de mí en el Ministerio? Tú vas allá por tus asuntos propios, por trabajar tu ascenso, que te darán... ¡Ah!, yo estoy cierto de que te lo dan... Bueno fuera que no.

 -Pues yo le digo a usted (con gran energía) que podré haber ido otras veces con ese objeto; pero hoy por hoy fui, y por cierto en compañía de dos diputados de muchísima influencia, exclusivamente a interceder por usted, a hablarle gordo al Jefe del Personal, después de teclear al Ministro. Si no se lo digo a usted porque me lo agradezca; si esto no tiene mérito ninguno... Y tan cierto como es luz esa que nos alumbra (con solemne acento), lo es que yo dije a los amigos que me apoyan: «Señores, antes que mi ascenso, pídase la colocación de mi suegro». Repito que no lo digo para que me lo agradezca nadie. Vaya un puñado de anís...

  Doña Pura estaba radiante, y Villaamil, desconcertado en su pesimismo, parecía un combatiente a quien le destruyen de improviso las defensas que le amparan, dejándole inerme y desnudo ante las balas enemigas. Esforzábase en recobrar su aplomo pesimista... «Historias... Bueno, y aunque fuese verdad que Juan, Pedro y Diego me recomendaran, ¿de eso se sigue que me coloquen? Déjame en paz, y pide para ti, pues sin abrir la boca te lo han de dar, mientras que yo, aunque vuelva loco al género humano, nada alcanzaré».


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