El universo visible, el que es hijo del instinto de conservación, me viene estrecho, esme como una jaula que me resulta chica, y contra cuyos barrotes da en sus revuelos mi alma; fáltame en él el aire que respirar. Más, más y cada vez más; quiero ser yo, y sin dejar de serlo, ser además los otros, adentrarme a la totalidad de las cosas visibles e invisibles, extenderme a lo ilimitado del espacio y prolongarme a lo inacabable del tiempo. De no serlo todo y por siempre, es como si no fuera, y por lo menos ser todo yo, y serlo ahora para siempre jamás. Y ser yo es ser todos los demás. ¡O todo o nada!¡O todo o nada! ¿Y qué otro sentido puede tener el "ser o no ser", To be or not to be shakespeariano, el de aquel mismo poeta que hizo decir a Marcio en su Coriolano (V. 4) que solo necesitaba la eternidad para ser dios: he wants nothing of a god but eternity? ¡Eternidad!, ¡eternidad! Este es el anhelo; la sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres; y quien a otro ama es que quiere eternizarse en él. Lo que no es eterno tampoco es real.Gritos de las entrañas del alma ha arrancado a los poetas de los tiempos todos esta tremenda visión del fluir de las olas de la vida, desde «el sueño de una sombra» […] de Píndaro, hasta «la vida es sueño», de Calderón y el «estamos hechos de la madera de los sueños», de Shakespeare, sentencia estas última aún más trágica que la del castellano, pues mientras en aquella sólo se declara sueño a nuestra vida, mas no a nosotros los soñadores de ella, el inglés nos hace también a nosotros sueño, sueño que sueña.La vanidad del mundo y el cómo pasa, y el amor son las dos notas radicales y entrañables de la verdadera poesía. Y son dos notas que no puede sonar la una sin que la otra a la vez resuene. El sentimiento de la vanidad del mundo pasajero nos mete el amor, único en que se vence lo vano y transitorio, único que rellena y eterniza la vida. Al parecer al menos, que en realidad… Y el amor, sobre todo cuando lucha contra el destino súmenos en el sentimiento de la vanidad de este mundo de apariencias, y nos abre la vislumbre de otro en que, vencido el destino, sea ley la libertad.¡Todo pasa! Tal es el estribillo de los ue han bebido de la fuente de la vida, boca al chorro, de los que han gustado del fruto delárbol de la ciencia del bien y del mal.¡Ser, ser siempre, ser sin término, sed de ser, sed de ser más!, ¡hambre de Dios!, ¡sed de amor eternizante y eterno!, ¡ser siempre!, ¡ser Dios! […]
Miguel de Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos
(1913).
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