Cerraron sus ojosque aún tenía abiertos,taparon su caracon un blanco lienzo,y unos sollozando,otros en silencio,de la triste alcobatodos se salieron.La luz que en un vasoardía en el suelo,al muro arrojabala sombra del lecho;y entre aquella sombraveíase a intérvalosdibujarse rígidala forma del cuerpo.Despertaba el día,y, a su albor primero,con sus mil rüidosdespertaba el pueblo.Ante aquel contrastede vida y misterio,de luz y tinieblas,yo pensé un momento:¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!*De la casa, en hombros,lleváronla al temploy en una capilladejaron el féretro.Allí rodearonsus pálidos restosde amarillas velasy de paños negros.Al dar de las Ánimasel toque postrero,acabó una viejasus últimos rezos,cruzó la ancha nave,las puertas gimieron,y el santo recintoquedose desierto.De un reloj se oíacompasado el péndulo,y de algunos ciriosel chisporroteo.Tan medroso y triste,tan oscuro y yertotodo se encontrabaque pensé un momento:¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!*De la alta campanala lengua de hierrole dio volteandosu adiós lastimero.El luto en las ropas,amigos y deudoscruzaron en filaformando el cortejo.Del último asilo,oscuro y estrecho,abrió la piquetael nicho a un extremo.Allí la acostaron,tapiáronle luego,y con un saludodespidiose el duelo.La piqueta al hombroel sepulturero,cantando entre dientes,se perdió a lo lejos.La noche se entraba,el sol se había puesto:perdido en las sombrasyo pensé un momento:¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!*En las largas nochesdel helado invierno,cuando las maderascrujir hace el vientoy azota los vidriosel fuerte aguacero,de la pobre niñaa veces me acuerdo.Allí cae la lluviacon un son eterno;allí la combateel soplo del cierzo.Del húmedo murotendida en el hueco,¡acaso de fríose hielan sus huesos...!* * *¿Vuelve el polvo al polvo?¿Vuela el alma al cielo?¿Todo es sin espíritu,podredumbre y cieno?No sé; pero hay algoque explicar no puedo,algo que repugnaaunque es fuerza hacerlo,el dejar tan tristes,tan solos los muertos.
Un lugar común de los estudiantes de Literatura española donde publicamos una antología de textos seleccionados por nosotros mismos con el fin de aprender a conocernos mejor a través de las ideas y sentimientos de los más variados personajes que pueblan nuestro universo literario.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870)[esp], _Rima LXXIII_ «Cerraron sus ojos…»
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