Un nuevo corazón, un hombre nuevoha menester, Señor, la ánima mía;desnúdame de mí, que ser podríaque a tu piedad pagase lo que debo.
Dudosos pies por ciega noche llevo,que ya he llegado a aborrecer el día,y temo que hallaré la muerte fríaenvuelta en (bien que dulce) mortal cebo.
Tu hacienda soy; tu imagen, Padre, he sido,y, si no es tu interés en mí, no creoque otra cosa defiende mi partido.
Haz lo que pide verme cual me veo,no lo que pido yo: pues, de perdido,recato mi salud de mi deseo.
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