lunes, 2 de marzo de 2015

Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 1561-Córdoba, 1627)[esp], Letrillas, romances..._, «Ciego que apuntas, y atinas...» (1580)


Ciego que apuntas, y atinas,
caduco dios, y rapaz,
vendado que me has vendido,
y niño mayor de edad,
por el alma de tu madre
-que murió, siendo inmortal,
de envidia de mi señora-
que no me persigas más.

Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Baste el tiempo mal gastado
que he seguido a mi pesar
tus inquietas banderas,
foragido capitán.
Perdóname, Amor, aquí,
pues yo te perdono allá
cuatro escudos de paciencia,
diez de ventaja en amar.

Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Amadores desdichados,
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?

Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Diez años desperdicié,
los mejores de mi edad,
en ser labrador de Amor
a costa de mi caudal.
Como aré y sembré, cogí;
aré un alterado mar,
sembré en estéril arena,
cogí vergüenza y afán.

Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Una torre fabriqué
del viento en la vanidad,
mayor que la de Nembroth,
y de confusión igual.
Gloria llamaba a la pena,
a la cárcel libertad,
miel dulce al amargo acíbar,
principio al fin, bien al mal.

Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.


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