Cuando nos quedan sólo
el débil jaspeado de unas nubes gregarias
y el asilo del cielo,
sólo la luz naranja de las cancelaciones.
Cuando nos confiamos al orden de los sueños
y cuando compartimos la memoria
de todos los lugares que nos fueron propicios.
Cuando pasas ahora sin mojarte
bajo los arcos de la lluvia
mientras yo, envejecido, dejo caer mis manos
sobre la larga noche de las sílabas.
Cuando de nuevo a solas,
palabra con palabra y piedra a piedra
levantamos un muro contra el pájaro
que nos cuenta los días,
¿quién se desliza a oscuras por las habitaciones?
¿Quién abre los armarios? ¿Quién oculto
detrás de nuestras cosas
va minado tus ojos, consumiendo
el tacto de tus manos?
¿Qué le importa a la muerte nuestra pequeña paz?
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