DON ANTONIO.- ¿Ya está usted por acá? Pues y la comedia ¿en qué estado queda?
DON PEDRO.- Hombre, no me hable usted de comedia (siéntase),que no he tenido rato peor muchos meses ha.
DON ANTONIO.- Pues, ¿qué ha sido ello?(sentándose junto a don Pedro.)
DON PEDRO.- ¿Qué ha de ser? que he tenido que sufrir, gracias a la recomendación de usted, casi todo el primer acto, y por añadidura una tonadilla insípida y desvergonzada, como es de costumbre. Hallé la ocasión de escapar, y la aproveché
DON ANTONIO.- ¿Y qué tenemos en cuanto al mérito de la pieza?
DON PEDRO.- Que cosa peor no se ha visto en el teatro desde que las musas de guardilla le abastecen...Si tengo hecho el propósito firme de no ir jamás a ver esas tonterías. A mi no me divierten; al contrario, me llenan de, de... No señor; menos enfada cualquiera de nuestras comedias antiguas, por malas que sean. Están desarregladas, tienen disparates; pero aquellos disparates y aquel desarreglo son hijos del ingenio y no de la estupidez. Tienen defectos enormes, es verdad; pero entre estos defectos se hallan cosas que, por vida mía, tal vez suspenden y conmueven al espectador en términos de hacerle olvidar o disculpar cuantos desaciertos han precedido.Ahora compare usted nuestros autores adocenados del día con los antiguos, y dígame si no valen más Calderón, Solis, Rojas, Moreto ,cuando deliran, que estotros cuando quieren hablar en razón.
DON ANTONIO. La cosa es tan clara, señor don Pedro, que no hay nada que oponer a ella.Pero dígame usted:el pueblo, el pobre pueblo,¿sufre con paciencia ese espantable comedión?
DON PEDRO. No tanto como el autor quisiera, porque algunas veces se ha levantado en el patio una mareta sorda que traía visos de tempestad.En fin, se acabó el acto muy oportunamente, pero no me atreveré a pronosticar el éxito de la pieza, porque,aunque el público ya está muy acostumbrado a oír desatinos, tan garrafales como los de hoy jamás se oyeron.
DON ANTONIO. ¿Qué dice usted?
DON PEDRO. Es increíble. Allí no hay más que un hacinamiento confuso de especies, una acción informe, lances inverosímiles, episodios inconexos, caracteres mal expresados o mal escogidos; en vez de artificios, embrollo; en vez de situaciones cómicas, mamarrachadas de linterna mágica.No hay conocimiento de historia, ni de costumbres; no hay objeto moral, no hay lenguaje, ni estilo, ni versificación, ni gusto, ni sentido común.En suma, es tan mala y peor que las otras con que nos regalan todos los días.
DON ANTONIO. Y no hay que esperar nada mejor.Mientras el teatro siga en el abandono en que hoy está, en vez de ser el espejo de la virtud y el templo del buen gusto,será la escuela del error y el almacén de las extravagancias.
DON PEDRO.- ¡Pero no es fatalidad que, después de tanto como se ha escrito por los hombres más doctos de la nación sobre la necesidad de su reforma, se han de ver todavía en nuestra escena espectáculos tan infelices! ¿Qué pensarán de nuestra cultura los extranjeros que vean la comedia de esta tarde? ¿Qué dirán cuando lean las que se imprimen continuamente?
DON ANTONIO.- Digan lo que quieran , amigo don Pedro, ni usted ni yo podemos remediarlo. ¿Y qué haremos? Reír o rabiar, no hay otra alternativa... Pues yo más quiero reír que impacientarme.
DON PEDRO.- Yo no, porque no tengo serenidad para eso. Los progresos de la literatura, señor don Antonio, interesan mucho al poder, a la gloria y a la conservación de los imperios; el teatro influye inmediatamente en la cultura nacional; el nuestro está perdido, y yo soy muy español.
DON ANTONIO.- Con todo, cuando ve que... Pero ¿qué novedad es esta?
(FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro: La comedia nueva)
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