Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo,
estoy clamando
a Dios. Y su silencio,
retumbando,
ahoga mi voz en el vacío
inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a
noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios.
Estoy hablando
solo. Arañando sombras
para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los
sajas vivos.
Sed tengo, y sal se
vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos,
fugitivos.
¡Ángel con grandes alas
de cadenas!
(OTERO, Blas de: Ángel
fieramente humano, “Hombre”)
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