(DIONISIO
acaba de ocultar el cuerpo de PAULA tras la cama y el biombo, mientras sigue
llamando DON SACRAMENTO. DIONISIO, una vez asegurado que PAULA está bien
oculta, va a abrir.)
DON SACRAMENTO. (Dentro). ¡Dionisio! ¡Dionisio! ¡Abra! ¡Soy yo! ¡Soy
don Sacramento! ¡Soy don Sacramento! ¡Soy don Sacramento!...
DIONISIO. Sí... Ya voy... (Abre. Entra DON SACRAMENTO, con levita, sombrero de copa y paraguas.) ¡Don Sacramento!
DON SACRAMENTO. ¡Caballero! ¡Mi niña está triste! Mi niña,
cien veces llamó por teléfono, sin que usted contestase a sus llamadas. La niña
está triste y la niña llora. La niña pensó que usted se había muerto. La niña
está pálida... ¿Por qué martiriza usted a mi pobre niña?...
DIONISIO. Yo salí a la calle, don Sacramento... Me
dolía la cabeza.... No podía dormir... Salí a pasear bajo la lluvia. Y en la
misma calle, di dos o tres vueltas... Por eso yo no oí que ella me llamaba...
¡Cómo habrá sufrido!
DON SACRAMENTO. La niña está triste. La niña está triste y
la niña llora. La niña está pálida. ¿Por qué martiriza usted a mi pobre
niña?...
DIONISIO. Don Sacramento... Ya se lo he dicho... Yo
salí a la calle... No podía dormir.
DON SACRAMENTO. La niña se desmayó en el sofá malva de la
sala rosa... ¡Ella creyó que usted se había muerto! ¿Por qué salió usted a la
calle a pasear bajo la lluvia?...
DIONISIO. Me dolía la cabeza, don Sacramento...
DON SACRAMENTO. ¡Las personas decentes no salen por la noche
a pasear bajo la lluvia...! ¡Usted es un bohemio, caballero!
DIONISIO. No, señor.
DON SACRAMENTO. ¡Sí! ¡Usted es un bohemio, caballero! ¡Sólo
los bohemios salen a pasear de noche por las calles!
DIONISIO. ¡Pero es que me dolía mucho la cabeza!
DON SACRAMENTO. Usted debió ponerse dos ruedas de patata en
las sienes...
DIONISIO. Yo no tenía patatas.
DON SACRAMENTO. Las personas decentes deben llevar siempre
patatas en los bolsillos, caballero... Y también deben llevar tafetán para las
heridas... Juraría que usted no lleva tafetán...
DIONISIO. No, señor.
DON SACRAMENTO. ¿Lo está usted viendo? ¡Usted es un bohemio,
caballero!... Cuando usted se case con la niña, usted no podrá ser tan
desordenado en el vivir. ¿Por qué está así este cuarto? ¿Por qué hay lana de
colchón en el suelo? ¿Por qué hay papeles? ¿Por qué hay latas de sardina
vacías? (Cogiendo la carraca que esta en el sofá)
¿Qué hace aquí esta carraca?
(Y se queda con ella, distraído, en la mano. Y, de cuando en
cuando, la hará sonar, mientras habla.)
(MIHURA, Miguel: Tres
sombreros de copa)
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