Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el
cielo con tu lanza.
Chorro que a las
estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo
en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta
de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza,
peregrina al azar, mi
alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí
de diluirme
y ascender como tú,
vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios
verticales,
mudo ciprés en el
fervor de Silos.
(DIEGO, Gerardo:
Versos humanos, “El ciprés de Silos”)
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