El
Generalito acaba de llegar con algunos batallones de indios, después de haber
fusilado a los insurrectos de Zamalpoa: Inmóvil y taciturno, agaritado de
perfil en una remota ventana, atento al relevo de guardias en la campa barcina
del convento, parece una calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo.
En el Perú había hecho la guerra a los españoles, y de aquellas campañas
veníale la costumbre de rumiar la boca, por donde en las comisuras de los
labios tenía siempre una salivilla de verde veneno. Desde la remota ventana,
agaritado en una inmovilidad de corneja sagrada, está mirando las escuadras de
indios, soturnos en la cruel indiferencia del dolor y de la muerte. A lo largo
de la formación, chinitas y soldaderas haldeaban corretonas, huroneando entre
las medallas y las migas del faltriquero la pitada de tabaco y los cobres para
el coime. Un globo de colores se quemaba en la turquesa celeste, sobre la campa
invadida por la sombra morada del convento. Algunos soldados, indios comaltes
de la selva, levantaban los ojos. Santa Fe celebraba sus famosas ferias de
Santos y Difuntos. Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el
garabato de un lechuzo.
(VALLE-INCLÁN, Ramón
María del: Tirano Banderas)
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