lunes, 27 de enero de 2014

Federico García Lorca (1898-1936)[esp], La casa de Bernarda Alba (R 1936) _(L 1946) -«Acto segundo» (frag.) «Son los hombres […] para adornar su sombrero»



(Se oyen unos campanillos lejanos como a través de varios muros.)

    MAGDALENA.- Son los hombres que vuelven al trabajo.

    PONCIA.- Hace un minuto dieron las tres.

    MARTIRIO.- ¡Con este sol!

    ADELA.-(Sentándose) ¡Ay, quién pudiera salir también a los campos!

    MAGDALENA.-(Sentándose) ¡Cada clase tiene que hacer lo suyo!

    MARTIRIO.-(Sentándose) ¡Así es!

    AMELIA.-(Sentándose) ¡Ay!

   PONCIA.- No hay alegría como la de los campos en esta época. Ayer de mañana llegaron los segadores. Cuarenta o cincuenta buenos mozos.

    MAGDALENA.- ¿De dónde son este año?

   PONCIA.- De muy lejos. Vinieron de los montes.¡Alegres! ¡Como árboles quemados! ¡Dando voces y arrojando piedras! Anoche llegó al pueblo una mujer vestida de lentejuelas y que bailaba con un acordeón, y quince de ellos la contrataron para llevársela al olivar. Yo los vi de lejos. El que la contrataba era un muchacho de ojos verdes, apretado como una gavilla de trigo.

    AMELIA.- ¿Es eso cierto?

    ADELA.- ¡Pero es posible!

  PONCIA.- Hace años vino otra de éstas y yo misma di dinero a mi hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas.

    ADELA.- Se les perdona todo.

    AMELIA.- Nacer mujer es el mayor castigo.

    MAGDALENA.- Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.

(Se oye un canto lejano que se va acercando.)

    PONCIA.- Son ellos. Traen unos cantos preciosos.

    AMELIA.- Ahora salen a segar.

    CORO.- Ya salen los segadores
                  en busca de las espigas.
                  Se llevan los corazones
                  de las muchachas que miran.

(Se oyen panderos y carrañacas. Pausa. Todas oyen en un silencio traspasado por el sol.)

    AMELIA.- ¡Y no les importa el calor!

    MARTIRIO.- Siegan entre llamaradas.

   ADELA.- Me gustaría poder segar para ir y venir. Así se olvida lo que nos muerde.

    MARTIRIO.- ¿Qué tienes tú que olvidar?

    ADELA.- Cada una sabe sus cosas.

    MARTIRIO.-(Profunda) ¡Cada una!

    PONCIA.- ¡Callar! ¡Callar!

    CORO.- (Muy lejano.)
                  Abrir puertas y ventanas
                  las que vivís en el pueblo,
                  el segador pide rosas
                  para adornar su sombrero.

    PONCIA.- ¡Qué canto!

    MARTIRIO.- (Con nostalgia.)
                         Abrir puertas y ventanas
                         las que vivís en el pueblo...

    ADELA.- (Con pasión.)
                    ...El segador pide rosas
                    para adornar su sombrero.

(Se va alejando el cantar.)

(GARCÍA LORCA, Federico: La casa de Bernarda Alba, «Acto segundo» [frag.])

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