(Se oyen unos campanillos
lejanos como a través de varios muros.)
MAGDALENA.- Son
los hombres que vuelven al trabajo.
PONCIA.- Hace
un minuto dieron las tres.
MARTIRIO.- ¡Con
este sol!
ADELA.-(Sentándose) ¡Ay, quién pudiera salir
también a los campos!
MAGDALENA.-(Sentándose) ¡Cada clase tiene que
hacer lo suyo!
MARTIRIO.-(Sentándose) ¡Así es!
AMELIA.-(Sentándose) ¡Ay!
PONCIA.- No
hay alegría como la de los campos en esta época. Ayer de mañana llegaron los
segadores. Cuarenta o cincuenta buenos mozos.
MAGDALENA.- ¿De
dónde son este año?
PONCIA.- De
muy lejos. Vinieron de los montes.¡Alegres! ¡Como árboles quemados! ¡Dando
voces y arrojando piedras! Anoche llegó al pueblo una mujer vestida de
lentejuelas y que bailaba con un acordeón, y quince de ellos la contrataron
para llevársela al olivar. Yo los vi de lejos. El que la contrataba era un
muchacho de ojos verdes, apretado como una gavilla de trigo.
AMELIA.- ¿Es
eso cierto?
ADELA.- ¡Pero
es posible!
PONCIA.- Hace
años vino otra de éstas y yo misma di dinero a mi hijo mayor para que fuera.
Los hombres necesitan estas cosas.
ADELA.- Se
les perdona todo.
AMELIA.- Nacer
mujer es el mayor castigo.
MAGDALENA.- Y
ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.
(Se oye un canto lejano
que se va acercando.)
PONCIA.- Son
ellos. Traen unos cantos preciosos.
AMELIA.- Ahora
salen a segar.
CORO.- Ya
salen los segadores
en
busca de las espigas.
Se
llevan los corazones
de
las muchachas que miran.
(Se oyen panderos y
carrañacas. Pausa. Todas oyen en un silencio traspasado por el sol.)
AMELIA.- ¡Y
no les importa el calor!
MARTIRIO.- Siegan
entre llamaradas.
ADELA.- Me
gustaría poder segar para ir y venir. Así se olvida lo que nos muerde.
MARTIRIO.- ¿Qué
tienes tú que olvidar?
ADELA.- Cada
una sabe sus cosas.
MARTIRIO.-(Profunda) ¡Cada una!
PONCIA.- ¡Callar!
¡Callar!
CORO.- (Muy lejano.)
Abrir
puertas y ventanas
las
que vivís en el pueblo,
el
segador pide rosas
para
adornar su sombrero.
PONCIA.- ¡Qué
canto!
MARTIRIO.- (Con nostalgia.)
Abrir
puertas y ventanas
las
que vivís en el pueblo...
ADELA.- (Con pasión.)
...El
segador pide rosas
para
adornar su sombrero.
(Se va alejando el
cantar.)
(GARCÍA LORCA,
Federico: La casa de Bernarda Alba, «Acto segundo» [frag.])
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