Un día dijo el conde a Patronio que tenía
muchas ganas de quedarse en un sitio en el que le habían de dar mucho dinero,
lo que le suponía un beneficio grande, pero que tenía mucho miedo de que si se
quedaba, su vida correría peligro: por lo que le rogaba que le aconsejara qué
debía hacer.
-Señor conde
-respondió Patronio-, para que hagáis lo que creo que os conviene más, me
gustaría que supierais lo que sucedió a un hombre que llevaba encima grandes
riquezas y cruzaba un río.
El conde
preguntó qué le había sucedido.
-Señor conde
-dijo Patronio-, un hombre llevaba a cuestas una gran cantidad de piedras
preciosas; tantas eran que pesaban mucho. Sucedió que tenía que pasar un río y
como llevaba una carga tan grande se hundía mucho más que si no la llevara; al
llegar a la mitad del río se empezó a hundir aún más.
Un hombre que estaba en
la orilla le comenzó a dar voces y a decirle que si no soltaba aquella carga se
ahogaría. Aquel majadero no se dio cuenta de que, si se ahogaba, perdería sus
riquezas junto con la vida, y, si las soltaba, perdería las riquezas pero no la
vida. Por no perder las piedras preciosas que traía consigo no quiso soltarlas
y murió en el río.
A vos, señor
conde Lucanor, aunque no dudo que os vendría muy bien recibir el dinero y
cualquier otra cosa que os quieran dar, os aconsejo que si hay peligro en
quedaros allí no lo hagáis por afán de riquezas. También os aconsejo que nunca
aventuréis vuestra vida si no en defensa de vuestra honra o por alguna cosa a
que estéis obligado, pues el que poco se precia, y arriesga su vida por codicia
o frivolidad, es aquel que no aspira a hacer grandes cosas. Por el contrario,
el que se precia mucho ha de obrar de modo que le precien también los otros, ya
que el hombre no es preciado porque él se precie, sino por hacer obras que le
ganen la estimación de los demás. Convenceos de que el hombre que vale precia
mucho su vida y no la arriesga por codicia o pequeña ocasión; pero en lo que
verdaderamente debe aventurarse nadie la arriesgara de tan buena gana ni tan
pronto como el que mucho vale y se precia mucho.
Al conde
gustó mucho la moraleja, obró según ella y le fue muy bien. Viendo don Juan que
este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que
dicen así:
A quien
por codicia la vida aventura,
la más de
las veces el bien poco dura.
(Juan Manuel. Infante de Castilla (1282-1349): El conde Lucanor, Cuento XXXVIII, «Lo
que sucedió a un hombre que iba cargado de piedras preciosas y se ahogó en un
río.»
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