¿Qué vale
cuanto vee,
do nace y do
se pone, el sol luciente,
lo que el
Indio posee,
lo que da el
claro Oriente
con todo lo
que afana la vil gente?
El uno,
mientras cura
dejar rico
descanso a su heredero,
vive en
pobreza dura
y perdona al
dinero
y contra sí
se muestra crudo y fiero;
el otro, que
sediento
anhela al
señorío, sirve ciego
y, por subir
su asiento,
abájase a vil
ruego
y de la
libertad va haciendo entrego.
Quien de dos
claros ojos
y de un
cabello de oro se enamora,
compra con
mil enojos
una menguada
hora,
un gozo breve
que sin fin se llora.
Dichoso el
que se mide,
Felipe, y de
la vida el gozo bueno
a sí solo lo
pide,
y mira como
ajeno
aquello que
no está dentro en su seno.
Si
resplandece el día,
si Éolo su
reino turba, ensaña,
el rostro no
varía
y, si la alta
montaña
encima le
viniere, no le daña.
Bien como la
ñudosa
carrasca, en
alto risco desmochada
con hacha
poderosa,
del ser
despedazada
del hierro
torna rica y esforzada;
querrás
hundille y crece
mayor que de
primero y, si porfía
la lucha, más
florece
y firme al
suelo invía
al que por
vencedor ya se tenía.
Esento a todo
cuanto
presume la
fortuna, sosegado
está y libre
de espanto
ante el
tirano airado,
de hierro, de
crueza y fuego armado;
«El fuego dice
enciende;
aguza el hierro
crudo, rompe y llega
y, si me
hallares, prende
y da a tu
hambre ciega
su cebo
deseado, y la sosiega;
¿qué estás?
¿no ves el pecho
desnudo,
flaco, abierto? ¿Oh, no te cabe
en puño tan
estrecho
el corazón,
que sabe
cerrar cielos
y tierra con su llave?;
ahonda más
adentro;
desvuelva las
entrañas el insano
puñal;
penetra al centro;
mas es
trabajo vano,
jamás me
alcanzará tu corta mano.
Rompiste mi
cadena,
ardiendo por
prenderme: al gran consuelo
subido he por
tu pena;
ya suelto
encumbro el vuelo,
traspaso
sobre el aire, huello el cielo.»
(Fray Luis de : "Oda
a Felipe Ruiz")(
No hay comentarios:
Publicar un comentario