Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
-Enjuaga el llanto, cristiana,
no me atormentéis así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti.
Tengo un palacio en Granada,
tengo jardines y flores,
tengo una fuente dorada
con más de cien surtidores,
y en la vega del Gentil
tengo parda fortaleza,
que será reina entre mil
cuando encierre tu belleza.
Y sobre toda una orilla
extiendo mi señorío;
ni en Córdoba ni en Sevilla
hay un parque como el mío [...]
-¿Qué me valen tus riquezas
-respondióle la cristiana-,
si me quitas a mi padre,
mis amigos y mis damas?
Vuélveme, vuélveme, moro,
a mi padre y a mi patria,
que mis torres de León
valen más que tu Granada.
Escuchola en paz el moro,
y manoseándose su barba,
dijo, como quien medita,
en la mejilla una lágrima:
-Si tus castillos mejores
que nuestros jardines son,
y son más bellas tus flores,
por ser tuyas, en León,
y tú diste tus amores
a algunos de tus guerreros,
hurí del Edén, no llores;
vete con tus caballeros.
Y dándole su caballo
y la mitad de su guardia,
y el capitán de los moros
volvió en silencio la espalda.
(ZORRILLA,
José: "Corriendo van por la
vega")
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