lunes, 24 de febrero de 2014

Mariano José de Larra y Sánchez de Castro (Madrid, 1809-Madrid, 1837)[esp], _Colección de artículos dramáticos, literarios y de costumbres_ (1835) «El café» (frag.)





Volví la cabeza hacia otro lado, y en una mesa bastante inmediata a la mía se hallaba un literato; a lo menos le vendían por tal unos anteojos sumamente brillantes, por encima de cuyos cristales miraba, sin duda porque veía mejor sin ellos, y una caja llena de rapé, de cuyos polvos, que sacaba con bastante frecuencia y que llegaba a las narices con el objeto de descargar la cabeza, que debía tener pesada del mucho discurrir, tenía cubierto el suelo, parte de la mesa y porción no pequeña de su guirindola, chaleco y pantalones. Porque no quisiera que se me olvidase advertir a mis lectores que desde que Napoleón, que calculaba mucho, llegó a ser emperador, y que se supo podría haber contribuido mucho a su elevación el tener despejada la cabeza, y, por consiguiente, los puñados de tabaco que a este fin tomaba, se ha generalizado tanto el uso de este estornudorífico, que no hay hombre, que discurra que no discurra, que queriendo pasar por persona de conocimientos no se atasque las narices de este tan precioso como necesario polvo. Y volviendo a nuestro hombre:
–¿Es posible –le decía a otro que estaba junto a él y que afectaba tener frío porque sin duda alguna señora le había dicho que se embozaba con gracia–, es posible –le decía mirando a un folleto que tenía en las manos–, es posible que en España hemos de ser tan desgraciados o, por mejor decir, tan brutos?

(LARRA, Mariano José de: Artículos de costumbres. "El café")

No hay comentarios:

Publicar un comentario